Comentario
Según Aulo Gelio (Noches áticas II, 10), el jurista Ser. Sulpicio consultó a Varrón sobre el significado del término favissae (palabra desusada) capitolinae, a lo que el sabio respondió diciendo que eran unas celdas o bodegas subterráneas, inaccesibles desde hacía siglos, en que se acostumbraba a depositar las estatuas antiguas caídas del templo de Júpiter Capitolino y cualquier otro objeto sagrado entregado al templo como ofrenda votiva, pero ya desechado como antigualla. Las excavaciones de 1925-1927, si no dieron satisfacción a quienes esperaban por lo menos estatuas como las de Veyes, encontraron delante del podium del templo muchos restos de construcciones antiguas, con abundante material votivo, de fines del siglo VI, en una fosa revestida de bloques de capellaccio -la toba pobre que ofrece el suelo Roma, sólo utilizada en época muy arcaica-. Los exvotos eran en su mayoría vasos de impasto y del más fino bucchero rojo y negro, bandejas de ofrendas de impasto, figuritas desnudas fálicas (en señal de masculinidad, como en la Grecia geométrica) y vestidas (¿femeninas?), recortadas en chapa de bronce, y vasos de imitación del corintio de tamaño pequeño, un conjunto análogo al de depósitos votivos de otros puntos de la ciudad como S. Maria della Vittoria, S. Omobono y el Comitium Forense.
En el extremo noroeste del Foro Romano, el Comitium conserva como restos de sus más antiguos monumentos un segmento curvo de los Rostra republicanos (la tribuna de los oradores) que permite recomponer en el papel una plaza circular, enmarcada por el anillo de un graderío. Los comitia que se conservan en Paestum y en Cosa, hechos en 273 a. C. a imitación del de Roma, facilitan la labor de reconstrucción imaginaria. Además de su primitivo destino de lugar de reunión de la asamblea del pueblo, el Comitium pudo ser escenario de los primeros combates gladiatorios e inspirar la forma de los anfiteatros clásicos.